La forma del agua o el amor sin palabras

La forma del agua es un título abstracto para una película de cuentos de hadas. Y es el nombre del filme con el que el cineasta mexicano Guillermo del Toro acaba de ganar el prestigioso León de Oro que entrega el Festival de Cine de Cannes. La película fue estrenada esta semana en otro festival, el de Toronto, ciudad canadiense en la que vive Del Toro y donde rodó una buena parte de las escenas.

Se trata de una historia exuberante, un cuento de hadas que se desarrolla en un laboratorio secreto del gobierno estadounidense en plena Guerra Fría. La protagonista, Eliza (interpretada por Sally Hawkins), es una conserje muda, una empleada conveniente para un lugar como ese, que trabaja haciendo la limpieza en las noches. Un día descubre a una criatura anfibia que vive en un tanque de agua, un ‘monstruo’ mitad hombre y mitad pez (interpretado por Douglas Jones). Ellos forman una relación especial que florece en algo mágico y romántico.

La película constituye de alguna manera una carta de amor al poder del cine, y se perfila como una de las mejores de Del Toro, y de las más representativas entre sus producciones, que incluyen otras historias ambiciosas y con seres fantásticos, como El laberinto del fauno y Hellboy.

Durante una presentación en el Festival de Cine de Toronto, Del Toro dijo que su idea era «hacer que la imagen de la criatura que lleva a la chica fuera hermosa, en contraposición a una imagen de horror. […] Y hacer que el tipo que generalmente es el bueno en las películas de ciencia ficción de los cincuenta, con un traje agradable y una mandíbula cuadrada, fuera el malo».

El malo de mandíbula cuadrada es el nefasto Strickland (Michael Shannon), quien lleva a la criatura al laboratorio de Eliza, y luego se pone a planear cómo destruirlo. Pero no es solo Eliza quien se ve obligada por el personaje —y su propia bondad— a salvarlo, y son esas personas las que inspiraron a Del Toro, incluyendo los personajes interpretados por Richard Jenkins y Octavia Spencer. «Son personas invisibles. Todos los que rescatan a la criatura son invisibles a los ojos del blanco, anglosajón, protestante. Todos».

Eliza, la chica muda de Hawkins, conduce la película y su emoción, y del Toro se acercó a su encanto con un modelo sorprendente en mente, aunque con algunos giros serios.

«Quería mostrar otra princesa de Disney, a alguien real», dijo Del Toro. A propósito de esto, el cineasta recordó una parte de otra de sus películas, Hellboy. «Había una línea que decía: “Nos gusta la gente por sus cualidades, pero la amamos por sus defectos”, creo que eso es el amor».

El personaje de Jones no tiene un nombre. Y de hecho, en los créditos de IMDB aparece como ‘The Asset’ (que se traduce en la expresión contable de ‘el activo’). La idea era no limitar el significado de la criatura en esta historia, según Del Toro: «Para Strickland, es algo oscuro y viscoso que vino de América del Sur. Para el personaje de Sally, es algo en lo que ella reconoce su naturaleza y su esencia. Para el científico ruso, es algo que lo vuelve a conectar con lo que lo convirtió en un científico. Para Giles, hay una belleza y una inocencia… Yo quería mantener a la criatura abierta».

La producción de La forma del agua ha tomado seis años. Es una película ambientada en 1962 porque la intención de su director es responder a esa famosa frase de «Make America great again» (Hagamos grande a América de nuevo), utilizada por Donald Trump durante su carrera hacia la presidencia de Estados Unidos. Este eslogan de campaña apela a una época en particular: los sesenta, «una época en la que todo era súper genial si eras blanco, anglosajón y protestante, pero si eras otra cosa, estabas jodido. Y eso no ha cambiado mucho», dice Del Toro.

Sally Hawkins se perfila

La protagonista de La forma del agua, Sally Hawkins, solo tiene una nominación al Óscar; compitió como mejor actriz de reparto por su papel en Blue Jasmine. Pero los críticos creen que eso podría bien cambiar en 2018 gracias a su papel en el filme de Del Toro, y algunos incluso han llegado a hablar de su interpretación como algo que se logra «una sola vez en la vida».

Hacer de una persona que no puede hablar supone un reto gigante para cualquier intérprete. En el cine, un lenguaje que mezcla la imagen y el sonido, prescindir de la palabra es siempre una apuesta ambiciosa. Además, los votantes de la Academia últimamente parecen valorar más este tipo de papeles: Marlee Matlin ganó el premio a mejor actriz por Hijos de un dios menor;  Holly Hunter obtuvo el mismo premio por The Piano, y Jean Dujardin recibió el premio a mejor actor por The Artist.

Según los críticos, Hawkins merece un crédito especial porque a pesar de que su papel supone un serio desafío técnico, esa dificultad no se nota en la pantalla. Marlow Stern sostiene en The Daily Beast lo siguiente: «En sus ojos brillantes y su amplia sonrisa vemos a una mujer que por fin se siente escuchada, y que encuentra la aceptación en el lugar menos probable».

El trabajo más recordado de Hawkins es su actuación en Happy-Go-Lucky (2008), de Mike Leigh, donde es Pauline ‘Poppy’ Cross, una profesora de primaria que se mantiene optimista incluso en las peores situaciones. Cuando le roban su bicicleta, decide que es buen momento para aprender a manejar, y en la escuela en la que trabaja, intenta hasta el final aprender a bailar flamenco aunque los movimientos mecánicos de su cuerpo no la acompañen.

Se ha dicho que Hawkins había logrado su mejor papel en esta película, pero su interpretación de Eliza «es, por muchas razones, el tipo de rol que se desempeña una sola vez en la vida», sostiene Robbie Collin. «El ojo observador de la actriz, el control técnico y el tacto cómico han sido evidentes en sus papeles… pero aquí se mezclan con una intensidad emocional y un erotismo que encantan».